domingo, 6 de mayo de 2012



Crónica de una depre...

 Este ha de ser mi lugar, ese donde yo puedo ser el monstruo mismo que vive dentro de mí. Aquí puedo escribir las frases más absurdas y vulgares que puedan surgir de esta mente trastornada por la angustia de vivir a pesar de todo, de este día a día sin un mañana, sin más expectativas que esperar que las cosas sucedan, como un mero espectador sentado a la vera del camino viendo la vida pasar. Cada tanto mis ansias me llevan a equivocarme nuevamente, como una consigna marcada a fuego a lo largo de mi historia, nunca me equivoqué por seguir mis propias convicciones sino por dejarme dominar por la ansiedad. A esta altura ya ni se cuales son mis convicciones puesto que lo que hasta ayer me parecía malo hoy ya no lo es tanto, es mas, lo justifico de mil maneras y la duda es ¿Cuándo estuve equivocado?, ¿ayer?, ¿hoy? ¿Quién tiene la verdad? Que mágico esto de escribir cuando uno parece no encontrarle sentido a la vida, suena ilógico tener este tipo de necesidades espirituales cuando ya no se quiere sentir. Tal vez este sea el testimonio de mi paso por la vida, aunque reconozco me hubiera gustado sin dudas dejar algo más que un puñado de incertezas, dejar si huellas de pisadas firmes hacia un objetivo concreto y no este garabato en la arena de rastros sin sentido, sin un rumbo a seguir, como la sombra errante de mi inseguridad. A veces me pregunto ¿qué vale más, lo que ya no tengo o lo que quiero tener y no puedo?, ambas ausencias duelen, laceran mi alma. Que loco! Mate de por medio intento volcar todos esos diálogos absurdos que se producen en mi mente día a día y no logro conexión con ese solitario que busca las respuestas que no tiene, como si al conocer el por qué de cada cosa, sus frustraciones fueran a lastimar menos.

 Decidí retomar mis sesiones de terapia con Anthony, mi psicólogo y amigo, es evidente que algunos cambios han torcido mi forma de pensar y por sobre todo he logrado controlar en cierto modo mis reacciones intempestivas, esas de las que luego me arrepentía porque terminaban por alejarme mas de aquello que quería. Y así en esa continua discontinuidad de estados de ánimo sigo naufragando y arribando a playas desconocidas donde mi cuerpo cansado y exhausto suele encontrar la calma bajo la tibieza de soles oportunos

César Bustamante


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